Esos momentos en los que todo se derrumba a nuestro alrededor , en los que el alma toca fondo y en la lejanía no se encuentra ningún atisbo que nos haga vislumbrar una solución para la realidad que nos atormenta. La cabeza puede dar vueltas en una espiral sin fin en la el embrollo seguirá igual que al principio. Las cosas son como son y el primer paso es aceptarlo. A partir de ahí quizás poco a poco se vaya desenmarañando el nudo que formaron mis emociones y sentimientos.
Quizás en otro tiempo la desesperación me hubiese llevado a ir sin rumbo con todas mis luces apagadas, dándome golpes que aumentarían el desasosiego y el dolor. Ahora tengo el convencimiento que la espera es el mejor aliado. Que sumirse en el silencio mientras siento el vaivén de mi respiración, como si fueran olas acariciando la orilla, es una mejor opción.
Poco a poco la mente se va serenando y dentro de mi va abriéndose paso una sensación nueva en la que tengo el convencimiento que esto va llevarme a algún lugar bueno. Que en ese universo infinito que nos rodea hay un lugar en el que voy a poder sentirme feliz.
