Grande , infinito, luminoso y más rojo que nunca, el sol se muestra especialmente perezoso por el cielo, como si no tuviese prisa, como si este día hubiese sido muy importante para él y no quisiera decirle adiós.
Cada vez su color va tornándose más intenso, hasta que parece dibujar en el cielo una galería de colores, que danzan poseídos en torno a una bola de fuego carmesí, que contempla el reflejo de su preciosa soledad en el horizonte marino.
Despedida lenta y silenciosa que abrasa nuestro corazón, para cuando caiga la noche buscar consuelo en la tímida y pálida luna.
Esperanza del retorno renovado ,que el próximo amanecer iniciará de nuevo su senda estelar, para calmar así las almas que temieron su olvido eterno.